miércoles, 15 de abril de 2020

La Comodidad en la Incomodidad








Cuando comenzamos a realizar práctica de Asanas, cada vez nos hacemos más conscientes de nuestras limitaciones y de las dificultades que podemos llegar a poseer para movernos. Muchas sensaciones aparecen, sobre todo psicofísicas. Ya que debemos primero romper nuestras propias auto-limitaciones, barreras y miedos.
Luego, en la dimensión física, nos percatamos de las reales y objetivas limitaciones. Nos damos cuenta de las tensiones, rigideces, acortamientos, hipertonía, etc. que el cuerpo físico posee. En gran medida, se debe al desconocimiento que tenemos del propio cuerpo, a la falta de registro y conciencia corporal. Creemos que poner la mano de una manera o de otra da exactamente igual, cuando puede modificar la postura.
Patanjali (quien sistematizó la práctica del Yoga en una serie de aforismos) enuncia que los Asanas se caracterizan por ser firmes cómodos y estables. En lo personal, y creo que a lo que la mayoría de lxs practicantes les sucede, es que al principio de las clases la postura no es ni firme, ni cómoda ni estable. Cuando di mis primeros pasos en el Yoga, los Asanas no los disfrutaba en lo más mínimo. Hacía esfuerzos innecesarios, el grado de hipertonía hacía que me fatigue, agregaba esfuerzos donde no correspondía, las posturas “no salían lindas” y eso era un golpe a mi ego.
¿Y qué hice y qué creo qué podemos hacer frente esta situación?
No se me ocurrió nada nuevo, hice lo que todos/as lxs maestros/as dicen que hagamos. Dos ingredientes esenciales para el Yoga, dos pilares fundamentales para aquellos que realmente anhelan “progresar” en el camino del Yoga. Estos ingredientes son Abhyasa (práctica) y Vairagya (desapego). Practicar, practicar y practicar... Aunque me tenga que levantar temprano, es fundamental romper la barrera de la pereza y fortalecer el músculo de la voluntad. Aunque deba renunciar a placeres, practicar dejando las excusas de lado. Por el ritmo de vida que llevamos, quizá no pueda realizar una práctica de 1 hora o más. Pero seguro que tenemos 30 minutos ajustando otros hábitos (celulares, momentos de inercia, etc.) Es fundamental la práctica, el arte de volver al presente, de escuchar a mi cuerpo, de escucharme a mí mismo, de cerrar los ojos para ver con claridad, dejar de creer ser para Ser.
Y el otro Pilar es Vairagya, el desapego. El desapego de buscar obsesivamente resultados cuantificables y milimétricos. Por supuesto que uno tiene un rumbo, no es una barca sin derrotero. Pero hay que desapegarse de la obsesión de QUERER. Querer llegar con la frente a la rodilla, con las manos al suelo, querer hacer Padmasana en un mes (¡esta me pasó!). Desapegarse de la imagen que suele crearse del Yogui o del buscador que se construye. Desapegarse de objetivos obsesivos e inalcanzables que ponen en riesgo nuestro cuerpo.
Luego de mucha práctica, y por Gracia Divina y de la maestra/o. Se comienza a disfrutar de los Asanas. Comienza a haber relajación en la postura y gradualmente se acercan a la visión de Patanjali sobre los Asanas (Firme, cómoda y estable). Y es ahí cuando él o la practicante fluye con los Asanas, y yo les advierto es un camino de ida... Porque, como decía Iyengar, se comienza a experimentar una meditación en movimiento. Cuerpo y mente unidos como nunca, las enfermedades psico-somáticas cesan y la vida empieza a recobrar sentido porque nos sentimos más vivos/as que nunca
Si tuviera que definir al Asana diría que es el arte de estar cómodo en la incomodidad. Vaya simbolismo y enseñanza que se puede aplicar con perfección en la vida cotidiana... Porque la vida es como un Asana, a veces hay que cambiar el punto de vista y ver las cosas de otra manera (digno de un Sirsasana –paro de cabeza-) y otras veces nos toca ser un Guerrero/a, digno de un Virabhadrasana.

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